Risas y bronca, gestos y muecas, gemidos, ladridos, silencio y olvido, nos encontramos y desencontramos, en las calles, recorriendo sus pasajes, de bar en bar, en la llamada perdida, en el mail rebotado, rincones de un mismo mundo, mundo lleno de rincones, y de vez en cuando pensamos en romper el silencio una vez mas, en irrumpir con nuestras voces y sus disonancias, para rehacer lo deshecho descomponer lo compuesto, y tener pesadillas con sueños extraviados.
Rompemos el silencio para decir lo que no podemos callar, lo que sucede y ocurre, lo que nos incumbe y afecta, lo que duele y sangra, lo que ríe y goza, llevándolo al límite de lo posible, tratando de tratar con lo intratable, en los confines de lo impresentable, lo innombrable, lo inenarrable, lo inefable…y el humor negro que emerge del mal-estar y la distancia radical con aquello que somos, nuestras virtudes y vicios, sudores y hedores, hincándole el diente a las grietas que se abren al escribirnos lubricando la hendidura del punto ciego por donde se disuelven nuestras solidas construcciones.
Para que nuestro decir no se legitime en el despilfarro de verborreas estalladas en ritual antropofágicos, para que la persistencia de nuestros balbuceos errantes no se embriaguen en sus sórdidas y candidas melodías, y pasemos del agobio insurrecto al miserable bienestar de cristalizar ese murmullo inocuo ese runruneo entrañable que nos habita y que sólo tiene la fuerza de romper aquella llanura infranqueable que es el silencio. Habiendo zanjado estas derivas de ejercicios masturbatorios, pero que nos sirven para separar el trigo de la paja, las disgreciones, de las divagaciones y los exabruptos; en donde se difunden y confunden las preguntas nocturnas y las interrogantes trasnochadas, los sueños revolucionarios y las pesadillas nihilistas que nos acosan como demonios en nuestros insomnios y hacen naufragar nuestros estados de ánimo en la tempestad de lo acontecedero… y volvemos al bar, a la mesa, al carajillo, al escupitajo y a tirar líneas y convertidos en animales nocturnos, en gárgolas viscerables alguien interroga por el sentido de la acción y por la acción del sentido, lo cual permite que irrumpa el sinsentido inherente a la acción y quede en evidencia el sinsentido de querer darle sentido, interrupción súbita del ruido de nuestras risas, de la carcajada que lleva a las lagrimas y al silencio.
Y en su ruido sombrío encaramos el desfondamiento del camino y empezamos a andar, en ese mismo instante cuando calló la medianoche y el amanecer nunca fue. (lo real embarranco en una tentativa, que resultó ser la madre de todas las cosas) en donde podremos mentir o decir la verdad, decir que la paz es la guerra o que la guerra es la paz, pero tampoco importa demasiado, por que lo que tuvo que ser no fue y lo que fue no tuvo que ser, lamento y fatalidad de los derrotados por la historia, de los oprimidos por la tradición de la traición, insoportable desazón de la realidad subsumida, inmersa, irremediablemente, sin poder no estar de otro modo que bajo las redes maquínicas del consumo y la producción, así nuestras palabras colonizadas devienen mercancías, los lectores consumidores, y el odio un producto estético, deriva de nuestras pulsiones, de nuestras pasiones, del culto a lo muerto que anima a lo vivo, píntate ese labio partido y demás sandeces, levantando muros infranqueables, cada uno de nosotros convertidos en un fondable gueto , desvanecidos en los colores y números del menú infinito del capitalismo.
Irrumpe lo visceral, lo irreductible, tomamos aire y afirmamos nuestra condición de sobrevivientes y en el sonar de un brindis afirmamos la vida hasta en la muerte, para dejar de ser muertos en vida, y en aquel umbral de umbrales, saborear el cinismo agridulce de la indefinición, de no estar en ningún lugar y desde allí afrontar lo impresentable, fugándose de las representaciones y ondular en lo indecible, el crimen, el horror, el hambre, el terror, y lo indecidible si reír o llorar, si matar o morir, o escribir, que es las dos cosas a la vez, la escritura es la conjura de nuestros propios espectros violencia que se tatúa en los poros de las sentencias y juicios, de los gestos y acciones, que nos hagan encontrarnos, en las calles sus pasajes, n la esquina en el bar, en la llamada perdida, en el mail rebotado, pretendiendo abrir nuevos espacios donde confluyan y se crucen cuerpos y discursos afectos y conceptos, de gentes provenientes de cualquiera de los puntos cardinales, para compartir desde las diversas superficies de la realidad, las coordenadas coincidentes que propicien la combinación de la resistencia, la disidencia, con la producción de nuevos territorios existenciales. En la fuga constante hacia las entrañas de lo real, interfiriendo, interrumpiendo, interviniendo para provocar en su seno los desplazamientos de las hegemonías invisibles y dominaciones desapercibidas, poética de la infiltración y el sabotaje, clandestinidad a cara descubierta, apropiándonos de la impropiedad de nuestros propios nombres y desactivando los dispositivos de la sociedad de control, de la captura del tiempo de vida y la gestión masiva de la población, del genocidio silencioso y el mundo vuelto campo de concentración, posibilitando la posibilidad de lo imposible, por que vale la pena dejar la vida en lo que nos va la vida.
En donde escribir es un gesto sólo un gesto de inscribir, excribir, registrar lo que nos acontece a diario del temblor interno que es expresión y lucha, que se juega en los espacios reales y virtuales que habitamos, en el movimiento insurrecto, siempre insurgente, indócil, intransigente, intentando generar ahora y siempre las múltiples conexiones, acoples, empalmes, e intersecciones, operando y resobrando la subversión y perversión del sentido común, del fascismo postmoderno convertido en industria de la estupidez.
Convencidos de que la palabra, la escritura provoca y convoca acontecimientos, la escritura contiene aquella energía explosiva de hacer estallar las cadenas perpetuas, la escritura se convierte en nuestra arma, nuestros pensamientos en municiones nuestras publicaciones en trinchera, nuestra acción una guerrilla literaria, delirio poético político, frente demente… órbita de radicales libres y malditos que no ocultan su esquizofrenia constitutiva ni se avergüenzan de su estupidez, y balbucean y vociferan su ácida ironía, la risa corrosiva, la mirada sediciosa y el absurdo de su dramaturbia.
Millones de litros de sangre terrícola se vierten día a día a nuestro alrededor, miles de cuerpo se transforman en esqueleto sin que ningún político se manche sus impolutas vestimentas, ni mucho menos se ponga en entredicho su reputación ni merme un ápice su supuesta catadura moral; podríamos hablar de la pobreza estructural de 36 países africanos, del último atentado de los patriotas suicidas o de lo loca que esta la vecina del quinto o la depresión que acarrea empezar a pensar en el futuro, o de los vegans, o de la marcha verde de Marruecos hace ya tres décadas o las últimas imágenes de sexo hard-core en la red o del último gol de Ronaldinho o del manifiesto cyborg o de la hipocresía de escribir de todo esto que no nos importa para nada, o de lo miserable que nos sentimos cuando no escribimos todas estas patrañas…
Teniendo mucho más que añadir, consideramos que lo mas sensato es callarnos cuanto antes, puesto que seguir hablando terminaría invariablemente por meternos en un cul de sac de promesas, de deseos y esperanzas, pero la sabiduría que nos da nuestra fe en la nada es lo que nos exime de seguir plasmando nuestras convicciones, pues las convicciones de ahora no serán las certeras puñaladas de un futuro, futuras y profundas hendiduras en nuestros frágiles estómagos que nos harán trastabillar y caer aparatosamente para luego levantarnos costosa y quejosamente, con el orgullo herido por haber faltado a nuestras promesas.
Las editoras
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